domingo, 31 de mayo de 2015

Terror gourmet (I): 'Le manoir du diable' (1896)


Traducible como ‘La mansión del diablo’ y conocido también por sus títulos anglosajones -The Haunted Castle o The Devil’s Castle-, el presente cortometraje está considerado como la primera película de terror de la historia del cine y, siendo estrictos, como la primera historia de vampiros que nos ha ofrecido el séptimo arte; no sólo por el hecho de que somos testigos de la transformación de un murciélago en una criatura antropomorfa, sino sobre todo porque la malvada criatura es finalmente derrotada mediante la utilización de un crucifijo de grandes dimensiones. Dirigido por el celebérrimo ‘mago del cine’ Georges Méliès durante su primer año de carrera cinematográfica y estrenado poco antes de la publicación del Drácula de Bram Stoker -la primera novela de vampiros moderna-, Le manoir du diable (1986) corre el riesgo de ser confundido con otro cortometraje temprano del realizador nacido en París, Le chateau hante (1897), el cual fue en su día traducido con los mismos títulos anglosajones señalados anteriormente e incluso posee una temática y estética similares, pero tiene sus fotogramas coloreados a mano. No son estos dos los únicos trabajos de Georges Méliès en los que una criatura diabólica -o el propio Satanás en persona- se dedica a atormentar a los protagonistas o a demostrar sus poderes sobrenaturales, siendo buenos ejemplos de ello cortometrajes como Le diable au convent (1899), Les filles du diable (1903), Le Chaudron infernal (1903) o Les quatre cents farces du diable (1906).

Le manoir du diable (1896)

Aunque denominar Le manour du diable (1896) como una ‘película de terror’ puede resultar algo aventurado, ya que podría inscribirse perfectamente dentro de las numerosas pantomimas de corte fantástico estrenadas por Méliès en aquella época y su intención original no era tanto asustar como divertir a los espectadores, el cortometraje contiene detalles, imágenes y momentos que no desentonarían en una cinta del género: la transformación del murciélago en un ser antropomorfo; el extraño sirviente que ayuda al ‘hechicero’; la repentina aparición de un esqueleto humano y la transformación de dicho esqueleto en un murciélago; la angustia del protagonista al darse cuenta de la naturaleza sobrenatural de los acontecimientos que le rodean; el siniestro grupo de fantasmas -en realidad personas envueltas por sábanas- que se aproximan hacia él para luego desaparecer; la transformación de una bella mujer en una anciana con bastón; el momento en el que el protagonista desprende un crucifijo de la pared y ahuyenta a su diabólico enemigo; etc. En cualquier caso, y al margen de su adscripción genérica, lo cierto es que el planteamiento argumental de Le manour du diable (1896) permite al director francés hacer uso de las herramientas cinematográficas que le hicieron ser conocido como el ‘primer mago del cine’; de este modo, y gracias a la magia del montaje, el público es testigo de cómo los actores y elementos de atrezo desaparecen ante sus ojos, o de cómo un personaje se transforma en un animal o en otro personaje.  

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