Hasta el momento única incursión de
Abel Ferry -curtido en ‘Las noticias del guiñol’ francesas- en el campo del
largometraje, Vertige (2009) mantiene
la dinámica vista en muchas de las películas de terror estrenadas en los
últimos tiempos y en las cuales un grupo de jóvenes se dispone a salir de viaje
o excursión para luego verse sorprendidos por algún tipo de amenaza exterior. A
este respecto, la cinta se compone de dos segmentos perfectamente
diferenciados: la primera mitad nos presenta a los cuatro protagonistas de la
historia y nos muestra su particular expedición por las montañas del Parque
Nacional de Risnjak (Croacia), durante la cual experimentan todo tipo de
contratiempos logísticos, personales y grupales; la segunda mitad, por su parte,
está centrada en cómo estos mismos personajes son asediados por un misterioso
cazador del que no eran conscientes hasta ese momento. Una de las principales
influencias del film es The descent (2005),
aquella obra magna de la claustrofobia dirigida por Neil Marshall en la que
seis amigas emprendían una expedición de espeleología que acababa convertida en
una auténtica pesadilla subterránea; en Vertige
(2009) los personajes se mueven en dirección contraria -hacia arriba y no
hacia abajo-, pero las similitudes son constantes a lo largo del metraje: la
foto grupal del principio, el trauma recurrente de uno de los personajes, el
momento en que se descubre que uno de los principales obstáculos de los
protagonistas había sido previsto ya de antemano por uno de ellos…
Durante sus primeros treinta
minutos, el film de Ferry se sirve de la espectacularidad que rodea al mundo de
la escalada de montaña para mantener enganchado al espectador: los preciosos
paisajes croatas que sirven como escenario principal de la historia, las
clásicas escenas en que se describen los entresijos técnicos de este deporte, las
siempre fascinantes cuerdas y aparejos que rodean a los escaladores en su
ascenso; etc. Como es natural, Vertige (2009)
no se limita a mostrar estos aspectos y se aleja del estilo documental
introduciendo todo tipo de dificultades en el camino de los protagonistas: uno
de los personajes no hace más que recordar una situación traumática de la que
intenta olvidarse y otro sufre de vértigo -la histriónica interpretación del
actor puede hacer pensar en la sobreactuación, pero quien haya experimentado
algo parecido a una fobia sabrá que el resultado es bastante realista-; el
regreso de un exnovio provoca un triángulo amoroso lleno de celos y roces que
pone en peligro la expedición en numerosos momentos; y conforme avanza la
escalada los protagonistas deben hacer frente a un tramo sin cuerdas o a un
puente que no aguanta muy bien las sobrecargas. Sin embargo, la atropellada
presentación de los personajes, la nula tridimensionalidad de los mismos, el
más que cuestionable carisma de algunos de los miembros del reparto y un
tratamiento cinematográfico que se acerca peligrosamente al cine amateur,
quedan a años de luz de la mencionada The
descent (2005) o del tramo introductorio de otra película de corte muy
similar a la que ahora comentamos, A
Lonely Place to Die (2011).
Vertige (2009)
La secuencia más inspirada de Vertige (2009) es quizás aquella en la
que el género de terror y el maquillaje sangriento hacen su primera aparición:
durante la misma, varios personajes intentan zafarse de una caída mortal desde
una de las paredes de la montaña, mientras otro se enfrenta a una de las
trampas del enigmático antagonista, cuyo rostro no conoceremos hasta el último
tramo del metraje. A partir de ese momento, la historia abandona los toques de
aventura y se centra en las penurias del grupo protagonista en su afán por
salir vivos de la montaña y por averiguar el paradero de aquellos que van
siendo neutralizados; el planteamiento estético de la cinta también es
radicalmente distinto en esta segunda mitad del metraje, dado que los soleados
paisajes dejan paso a una gran cantidad de escenas nocturnas y/o rodadas en
interiores. El resultado final es entretenido y contiene algunos
enfrentamientos físicos meritorios, además de beneficiarse de una banda sonora
funcional pero resultona a cargo de Jean-Pierre Taieb -Frontierè(s) (2007) o The
Divide (2011)-, pero está desprovisto de sorpresas para los aficionados al
género; la película parece esforzarse, eso sí, por confundir al espectador en
lo que se refiere a su identificación con los personajes, los cuales van
alternando conductas egoístas y heroicas cada pocos minutos, y se van turnando
el estatus de ‘protagonista’. En cualquier caso, la poca entidad de estos
últimos, la permanente sensación de déjà
vu y una más que evidente falta de estilo juegan en contra de Vertige (2009) y la convierten en una
propuesta de escaso recorrido en la memoria cinéfila.