Recientemente
hice un viaje en tren que duró alrededor de doce horas; no sé si a otras
personas les ocurre igual, pero para mí -un obsesionado del séptimo arte- uno
de los aspectos más entretenidos de este tipo de trayectos es comprobar qué títulos
van asomando por las televisiones del vagón -o del autobús, en caso de escoger
dicho medio de transporte-. Cuando era pequeño y viajaba en tren o autobús -lo
cual ocurría con cierta frecuencia- ése era mi principal pasatiempo y, aunque
ahora de adulto no me hace tanta ilusión, sigo sin perder ojo de la selección
cinematográfica de turno… Aunque para ser sinceros, en pocas ocasiones acabo
viendo los cintas en cuestión.
Esta
vez, al ser un viaje tan largo, tuve ocasión de ver pasar ante mis ojos tres
películas y media: eso sí, de las tres televisiones solo una se veía bien y,
para colmo, estaba muy lejos de mi asiento. La encargada de romper el hielo fue
La historia de Marie Heurtin (2014):
ambientada en la Francia de finales del s. XIX, gira en torno a la amistad
entre una monja con problemas de salud y una niña sorda, muda y ciega, a la que
la primera intenta enseñar el lenguaje de signos; aunque no puse mucha
atención, seguí la historia gracias a los subtítulos y poniéndome los
auriculares de vez en cuando; lo mejor: la austera pero bella ambientación, y
las interpretaciones de las dos actrices protagonistas.
Walking on Sunshine (2014)
Cuando
un par de horas después me cambié de tren -durante el transbordo- y me senté
por fin en mi nuevo asiento, tuve la oportunidad de visionar la última media
hora de metraje de Escobar: Paraíso
perdido (2014), segmento que seguí de nuevo sin mucha atención y sin
ponerme en ningún momento los auriculares -aunque miento, ya que sí los utilicé
para disfrutar de la música de los créditos finales-. También recurrí a los
subtítulos para seguir muy por encima la historia de Walking on Sunshine (2014), un flojo musical que decidí no
‘escuchar’ tras comprobar que sus números musicales estaban basados en
canciones pop de los 80, insertadas
con calzador dentro de la trama.
Finalmente,
la única película para la que me puse los auriculares y que seguí con algo de interés
fue la última de todas: El misterio de la
felicidad (2013) -aunque solo fuera porque era argentina y ello me daba la
oportunidad de apreciar las interpretaciones en su versión original-. Sencilla,
simpática, con un reseñable uso del montaje y una pareja protagonista de lo más
carismática -Guillermo Francella e Inés Estévez-, la película dirigida y/o
coescrita por Daniel Burman no es en absoluto una obra maestra, pero me hizo
terminar el viaje con un estupendo sabor de boca -y eso siempre es de
agradecer.
El misterio de la felicidad (2013)
Publicado en La Voz de Almería (11-03-2016)
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