sábado, 2 de julio de 2016

Hasta siempre, Bud


He vuelto a Madrid y Barcelona, pero no a Almería. Allí no había nada. Recuerdo que teníamos que coger un tren de la capital que nunca pasaba. Eran el fin de una España poco poblada aún. Eso sí, su gente era extraordinaria, magnífica, verdadera, amable, sensata, simpática, única”. Bud Spencer -el nombre artístico de Carlo Pedersoli- pronunció estas palabras en 2015, durante una entrevista promocional de su cuarto libro, Lasciatemi Passare (‘Déjenme pasar’). El actor, fallecido este pasado lunes, rodó en nuestra provincia títulos como Dios perdona… ¡Yo no! (1967), Los cuatro truhanes (1968), La colina de las botas (1969) o Una razón para vivir y una para morir (1972).
En este sentido, en los últimos días no han sido pocas las personas que han expresado su tristeza, no solo por la noticia de su desaparición -a los 86 años-, sino también porque la eterna pareja cinematográfica de Terence Hill -junto al que rodó ¡dieciocho películas!, varias de ellas en tierras almerienses- no recibiera nunca un homenaje por parte de ninguna institución o festival de cine de la provincia. En cualquier caso -y como solemos apuntar en esta columna-, la lista de personalidades cinematográficas de primer nivel que ha trabajado alguna vez en esta ‘Tierra de Cine’ llamada Almería es tan larga que necesitaríamos de un certamen mensual para homenajearlas debidamente a todas.

El Sheriff y el pequeño extraterrestre (1979)

Por mi parte, confieso que cuando me enteré del fallecimiento de Bud Spencer, no me vinieron a la mente tanto sus colaboraciones con Hill -aunque tengo un gran recuerdo de su último proyecto juntos, Y en Nochebuena… ¡Se armó el Belén! (1994), que pude ver hace unos años por Navidad-, como algunas de sus películas en solitario: El Sheriff y el extraterrestre (1979), por ejemplo, que solía ver de pequeño y de la que solo recuerdo que tenía varios momentos lacrimógenos; más reciente tengo El super ‘poli’ (1973), la primera entrega de la saga protagonizada por el inspector ‘Zapatones’, y la cual disfruté bastante durante una de esas gripes que te envían al sofá durante varios días seguidos.
También me he acordado estos días de Banana Joe (1982), cuya crítica a la burocracia no tiene nada que envidiar a la ‘forma A-38’ de Las doce pruebas de Axtérix (1976) -cuántos recuerdos de infancia…-, o incluso de Cuatro moscas sobre terciopelo gris (1972), el último giallo de la ‘trilogía animal’ de Dario Argento, donde el actor daba vida a uno de los personajes más carismáticos de la historia -a pesar de aparecer en solo unas pocas escenas-. En definitiva, adiós al rey de las bofetadas, al eterno compañero de Terence Hill y, sobre todo, a un referente para varias generaciones de espectadores.

 Cuatro moscas sobre terciopelo gris (1972)

Publicado en La Voz de Almería (1-7-2016) 

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