Rogue
One. Una historia de Star Wars, Jack Reacher. Nunca vuelvas atrás,
Doctor Strange, Capitán América. Civil War, Batman
v Superman… Son solo algunos de los blockbusters
o ‘rompe-taquillas’ que han pasado por esta columna a lo largo del último año,
y de ninguno de ellos salí particularmente convencido o emocionado. En este
sentido, Logan es un más que
agradecido cambio de rumbo dentro del cine comercial y/o comiquero con el que
convivimos desde hace años: un drama de acción protagonizado por personas con
súper-poderes -aquí no cabe hablar de superhéroes- que debería suponer el
mínimo común denominador para cualquier película de Hollywood.
Lo
más curioso es que las dos anteriores películas de Lobezno en solitario no
animaban precisamente a la confianza o a esperar del adiós de Hugh Jackman a su
personaje fetiche algo más que un simple entretenimiento: lo de X-Men Orígenes: Lobezno (2009) no tenía
nombre -en su momento la vi dos veces en el cine, ninguna de ellas por propia
voluntad- y aunque Lobezno inmortal
(2013) elevó -forzosamente- el listón de la saga, confieso que me dormí cuando
la recuperé en formato doméstico. El hecho de que Logan fuera más una película independiente que una tercera entrega
y la excelente acogida de la cinta entre crítica y público eran buenas señales,
pero en mi vida como cinéfilo me he llevado muchos chascos, y preferí esperar a
comprobarlo por mí mismo.
Logan (2017)
El
tono amargo y descarnado de casi todos los elementos que conforman la historia,
la mejor interpretación de Jackman como Lobezno -su voz nunca ha sonado más
ronca y nunca hemos sentido tanto sus heridas-, el feroz carisma de la pequeña
Dafne Keen, el recital interpretativo de Patrick Stewart, los homenajes
explícitos a esa obra maestra del western
que es Raíces profundas (1953),
la aparición de un casi desaparecido Eriq La Salle -el Dr. Benton de Urgencias-, un guión lleno de guiños al
universo X-Men y con ciertas sorpresas para el espectador, la estupenda banda
sonora a cargo de Marco Beltrami, la cantidad y calidad de las escenas de
acción, un clímax ante el que es complicado contener las lágrimas, un plano
final perfecto… Así da gusto ir al cine.
PD.
Al gozoso ‘empacho’de miniseries británicas de hace un par de semanas le ha
seguido, estos últimos días, una maratón de la primera temporada de House of Cards; tenía mis dudas sobre si
ponerme o no con ella -sobre todo por mi animadversión a las series que huyen
de brújulas morales-, pero está tan bien hecha, es tan entretenida y Spacey
borda tanto su papel que cuesta no darle a reproducir el siguiente
capítulo.
Logan (2017)
Publicado en La Voz de Almería (24-3-2017)