El viernes pasado,
hablando del -inesperado y triste- fallecimiento de Bill Paxton y de Twister (1996), volví a referirme por
enésima vez en esta columna a la Sala 4 de los desaparecidos Cines Imperial de
la capital almeriense; a raíz de ello, y dado que desde hace años está a la
orden del día el cierre de míticas salas cinematográficas, pensé que sería buena
idea dedicarle unas líneas a aquellos ‘templos’ del séptimo arte en los que
pasé buena parte de mi juventud, y los cuales llevan tiempo desaparecidos, suplantados
por edificios, tiendas o… multicines.
En la Sala 4 de los
Imperial no solo vi Twister; también
hice allí cola para Titanic -los
efectos digitales no me convencieron ya en 1997-, Lo que la verdad esconde -lo mío con Harrison Ford ya lo explicaré
algún día…-, Mission: Impossible -sonaré
pesado, pero menudo verano el de 1996-, Seven
-esta última la vi junto a mi mejor amigo del colegio, con el que iba al
cine cada fin de semana-, Two Much -qué
gran banda sonora-, etc. Era la mejor sala de Almería, y allí vi decenas y
decenas de largometrajes; recuerdo con especial cariño la taquilla llena de imágenes
promocionales, o recorrer los pasillos antes de que empezara la sesión,
vislumbrando pósteres de próximos estrenos que, con suerte, vería en aquella
misma sala.
Nunca hables con extraños (1995)
Al otro lado de la
calle estaban las salas Imperial 1, 2 y 3. De menor tamaño, en ellas
proyectaban los estrenos menos taquilleros, aunque supongo que allí trasladaban
también aquellas cintas que llevaban un tiempo en cartel, porque fue allí donde
vi El fugitivo -la primera vez que sentí
ganas de colarme a ver una película de nuevo-; pero, por norma, no recuerdo
haber visto allí ninguna obra maestra, precisamente: valgan como ejemplo Nunca hables con extraños -aquel
olvidado thriller erótico con Rebecca
De Mornay y Antonio Banderas del que no recuerdo nada- o El mundo nunca es suficiente -si no me equivoco, una de las últimas
películas que vi en los cines Imperial.
Y luego estaba el Roxy
Cinema… No recuerdo en qué calle estaba ni cuándo dejé de ir o cuándo
desapareció, pero sí que -al menos durante mi juventud- solo proyectaban
largometrajes distribuidos por la filial española de Columbia Pictures: Jumanji, Men in Black, La máscara del
zorro, El quinto elemento, etc.
Por último, tampoco quiero olvidarme de los Minicines Chaplin de Aguadulce:
allí vi todas las películas de M. Night Shyamalan desde El sexto sentido a Señales,
la comedia romántica Mucho más que amigos
-durante cuya proyección una compañera de clase se tapó los ojos al ver a
dos chicos besarse-… Hoy, más que nunca, me faltan párrafos y me sobran
recuerdos.
Mucho más que amigos (1998)
Publicado en La Voz de Almería (10-3-2017)
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