sábado, 11 de marzo de 2017

Los cines de mi juventud

















El viernes pasado, hablando del -inesperado y triste- fallecimiento de Bill Paxton y de Twister (1996), volví a referirme por enésima vez en esta columna a la Sala 4 de los desaparecidos Cines Imperial de la capital almeriense; a raíz de ello, y dado que desde hace años está a la orden del día el cierre de míticas salas cinematográficas, pensé que sería buena idea dedicarle unas líneas a aquellos ‘templos’ del séptimo arte en los que pasé buena parte de mi juventud, y los cuales llevan tiempo desaparecidos, suplantados por edificios, tiendas o… multicines.

En la Sala 4 de los Imperial no solo vi Twister; también hice allí cola para Titanic -los efectos digitales no me convencieron ya en 1997-, Lo que la verdad esconde -lo mío con Harrison Ford ya lo explicaré algún día…-, Mission: Impossible -sonaré pesado, pero menudo verano el de 1996-, Seven -esta última la vi junto a mi mejor amigo del colegio, con el que iba al cine cada fin de semana-, Two Much -qué gran banda sonora-, etc. Era la mejor sala de Almería, y allí vi decenas y decenas de largometrajes; recuerdo con especial cariño la taquilla llena de imágenes promocionales, o recorrer los pasillos antes de que empezara la sesión, vislumbrando pósteres de próximos estrenos que, con suerte, vería en aquella misma sala.

Nunca hables con extraños (1995)

Al otro lado de la calle estaban las salas Imperial 1, 2 y 3. De menor tamaño, en ellas proyectaban los estrenos menos taquilleros, aunque supongo que allí trasladaban también aquellas cintas que llevaban un tiempo en cartel, porque fue allí donde vi El fugitivo -la primera vez que sentí ganas de colarme a ver una película de nuevo-; pero, por norma, no recuerdo haber visto allí ninguna obra maestra, precisamente: valgan como ejemplo Nunca hables con extraños -aquel olvidado thriller erótico con Rebecca De Mornay y Antonio Banderas del que no recuerdo nada- o El mundo nunca es suficiente -si no me equivoco, una de las últimas películas que vi en los cines Imperial.  

Y luego estaba el Roxy Cinema… No recuerdo en qué calle estaba ni cuándo dejé de ir o cuándo desapareció, pero sí que -al menos durante mi juventud- solo proyectaban largometrajes distribuidos por la filial española de Columbia Pictures: Jumanji, Men in Black, La máscara del zorro, El quinto elemento, etc. Por último, tampoco quiero olvidarme de los Minicines Chaplin de Aguadulce: allí vi todas las películas de M. Night Shyamalan desde El sexto sentido a Señales, la comedia romántica Mucho más que amigos -durante cuya proyección una compañera de clase se tapó los ojos al ver a dos chicos besarse-… Hoy, más que nunca, me faltan párrafos y me sobran recuerdos.

Mucho más que amigos (1998)

Publicado en La Voz de Almería (10-3-2017) 

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