domingo, 1 de octubre de 2017

De Laura Linney a... Tom Cruise















Hace siete días abríamos esta columna con The Big C, la serie de Showtime sobre una mujer de cuarenta años a la que diagnostican un cáncer de piel; y hoy volvemos a hacerlo. Y es que es algo cíclico, peros siempre me vuelvo a sorprender -para bien- cuando encuentro esa producción televisiva que me llega al alma y que tengo la necesidad de ver en el menor tiempo posible. Durante las últimas semanas las aventuras y desventuras de Cathy -enorme Linney- y sus seres queridos me han acompañado casi a todas horas, haciéndome llorar y reír a partes iguales. Aunque me quedan por ver los últimos siete capítulos, así que en siete días volvemos a hablar.    

Buena culpa de que aún no haya terminado The Big C la tiene la primera temporada de una serie de animación japonesa: la exitosa Assassination Classroom. ¿Motivos? Un humor de los que me hacen reír a carcajadas -obviando quizás aquellos gags centrados en la objetivación del cuerpo femenino, esa gran obsesión de buena parte del entretenimiento japonés- y una premisa argumental de las que hay que ver para creer: un extraterrestre amenaza con destruir nuestro planeta, pero al mismo tiempo se ofrece para ser el profesor de un grupo de alumnos y alumnas cuyo objetivo será… asesinarle. Y como guinda, unos openings de lo más originales. 

Pasemos al cine… En lo que va camino de convertirse en una tradición de esta columna, me toca rescatar una película de terror más o menos reciente que, en su momento -2009-, fue vapuleada por parte de crítica y público. Me refiero a La semilla del mal (The Unborn), dirigida y escrita por un David Goyer que por entonces disfrutaba del prestigio que le proporcionaba haber participado en los guiones de la nueva saga del Caballero Oscuro. No diré que me pareciera buena: ¡más bien todo lo contrario!; pero sí que la encontré entretenida -que hoy en día no es poco- y con un buen número de detalles a rescatar por los aficionados al género.       

PD. Tenía otro tema pensado para cerrar el texto de hoy, pero ayer muy temprano por la mañana, mientras sonaba en la radio la repetición de un programa deportivo nocturno retransmitido la noche anterior -una fórmula poco innovadora, pero muy barata-, escuché a los presentadores comentar la última película de Tom Cruise, Barry Seal: El Traficante. En concreto, aseguraban que había sido durante su rodaje cuando el actor había tenido su famoso accidente. Me gustaría explayarme más, pero solo apuntaré lo siguiente: aunque un profesional de la comunicación no sea experto en el séptimo arte, ¿cómo puede pensar que un film puede llegar a las salas solo unas semanas después de su rodaje -en este caso, además, cancelado-?

Publicado en La Voz de Almería (29-9-2017)

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